Te temo como a todos los mares.
Tienes el azul concentrado en la mirada.
Y te viertes,
biselado y profundo,
solo para ahogarme.
Tengo pies de arena
anclados en adoquines viejos
y en el asfalto anónimo de todas las ciudades,
ojos de sirena grabados con asombros
de cuerpos desconocidos
y nombres sin alma.
Tengo palabras nuevas de más de quinientos años;
resueltas hembras que me habitan
sin aldabas en la voz.